" No se lo dije al jardín todavía no sea que me conquiste, no tengo suficiente fuerza ahora para decírselo a la abeja, no lo mencionaré en las calles porque las tiendas me mirarían, que alguien tan tímido, tan ignorante tenga el descaro de morir. Las laderas de las montañas no deben saberlo, dónde yo tanto he jugado, ni decirlo a los cariñosos bosques el día que me vaya, ni susurrarlo en la mesa, ni desprevenidamente en el camino sugerir que dentro de un acertijo alguien se encaminará hoy." " Podría estar más sola sin mi soledad, tan habituada estoy a mi destino, tal vez la otra paz, podría interrumpir la oscuridad y llenar el pequeño cuarto, demasiado exiguo en su medida para contener el sacramento de él, no estoy habituada a la esperanza, podría entrometerse en su dulce ostentación, violar el lugar ordenado para el sufrimiento, sería más fácil fallecer con la tierra a la vista, que conquistar mi azul península, perecer de deleite. " " Naturaleza no es lo que vemos, la montaña, el poniente, la ardilla, el eclipse, el abejorro, no, naturaleza es el cielo, naturaleza es lo que oímos, el bobolink, el mar, el trueno, el grillo, no, naturaleza es la armonía, naturaleza es lo que sabemos, no tenemos arte para decirlo, tan impotente es nuestra sabiduría para tanta simplicidad." En mi dedo tenía una sortija. La brisa entre los árboles erraba. El día estaba azul, cálido y bello. Y me dormí sobre la yerba fina. Al despertar miré sobresaltada mi mano pura entre la tarde clara. La sortija entre mi dedo ya no estaba. Cuanto poseo ahora en este mundo es un recuerdo de color dorado. La esperanza es el ser alado que se posa en el alma y canta una canción sin palabras y nunca, nunca termina. Y dulcemente se la oye en el viento y sólo una dura tormenta podrá batir al gorrioncito que a tantos mantuvo en suspenso. La oí en las tierras más frías y en el mar extraño pero nunca ni en la miseria más grande me pidió una migaja. Para hacer una pradera se necesita un trébol y una abeja un trébol, una abeja y el ensueño. El ensueño bastará por sí solo si faltaran las abejas. Me fui temprano -me llevé a mi perro- a visitar el mar. Las sirenas del sótano salían a mirarme y, en el piso de arriba, las fragatas extendían manos de cáñamo, creyéndome una rata encallada en la arena. No huí, con todo. Hasta que el flujo me llegó a los zapatos y al delantal y al cinturón y enseguida al corpiño, tal como si intentara devorarme como a una gota de rocío en una flor de diente-de-león. Entonces salí huyendo. Él me siguió. Venía detrás, cerca. Sentía su tacón de plata en mi tobillo y mis zapatos rebosaron de perlas. Los dos llegamos hasta el pueblo firme. No parecía conocer a nadie. me miró con dureza y se fue, haciéndome una venia. Cuando cuento las semillas sembradas alla abajo para florecer así, lado a lado; cuando examino a la gente que tan bajo yace para llegar tan alto; cuando creo que el jardín que no verán los mortales siega el azar sus capullos y sortea a esta abeja, puedo prescindir del verano, sin queja. Bueno es soñar. Despertar es mejor si se despierta en la mañana. Si despertamos a la media noche, es mejor soñar con el alba. Más dulce el figurado petirrojo que nunca alegró el árbol, que enfrentarse a la solidez de un alba que no conduce a día alguno. Repetir en nosotros Renovados deleites Es como un asesinato Omnipotente, agudo. No soltamos el puñal Porque amamos la herida, Ese puñal conmemora Memorias que nos van matando. Ningún cepo puede torturar Mi alma en libertad, Pues detrás de este esqueleto mortal Se teje uno de más valor. No puedes horadar con un serrucho Ni transpasar con una cimitarra Dos cuerpos, por lo tanto perdura, Amarra uno y el otro vuela libre. El águila no se despoja De su nido y, sin embargo, Gana en cielo Más fácilmente que tú. Excepto tú mismo, tal vez nadie pueda ser Tu enemigo, Cautividad es conciencia Y también es libertad. Hay una languidez de la vida Más inminente que la pena, Es sucesora de la pena Cuando el alma ha sufrido Todo lo que puede. Una somnolencia difusa, Un ofuscamiento como neblina Envuelve tu conciencia Una neblina que conduce a un despeñadero. El cirujano no se inmuta ante el dolor, Su hábito es severo, Pero él sabe que ha cesado de sentir La criatura que yace ahí. Y te dirá que la técnica tardó, Que alguien más poderoso que él Ha oficiado antes Y ya no hay vitalidad. Cuántas veces estos cansados pies han podido tropezar, Solo mi amordazada boca puede decirlo, Ensaya, trata de mover este horrible remache, Ensaya, levanta su puedes aldabas de acero. Acaricia la fría frente, antes ardiente, Levanta, si quieres, el deslucido cabello, Palpa los adamantinos dedos Que ya nunca usarán dedal. Él era débil y yo era fuerte, Después él dejó que yo le hiciera pasar Y entonces yo era débil y él era fuerte, Y dejé que él me guiara a casa. No era lejos, la puerta estaba cerca, Tampoco estaba oscuro, él avanzaba a mi lado, No hanía ruido, él no dijo nada, Y eso era lo que yo más deseaba saber. El día irrumpió, tuvimos que separarnos, Ahora ninguno de los dos era más fuerte, Él luchó, yo también luché, ¡Pero no lo hicimos a pesar de todo!. Para siempre a su lado caminar, Lo más pequeño de nosotros dos. Cerebro de su cerebro Y sangre de su sangre, Dos vidas y un solo ser. Para siempre probar este destino, Si es dolor, la mayor parte, Si es dicha, entregar mi parte Por ese anhelado corazón. Toda una vida para conocernos el uno al otro, A quien nunca podremos conocer, Y de vez en cuando un cambio Llamado cielo, Raptos confraternizados de hombres Solo para descubrir lo que nos perturbaba, Sin palabras. Si tus nervios te delatan Vive por encima de tus nervios, Ellos pueden apoyarse sobre la tumba Si temen desviarse. Es una postura segura, Que no se dobla, Sostenida por brazos de bronce Que el mejor gigante hizo. Si tu alma vaciló, Levanta la puerta carnal, El miedoso pide oxígeno, No pide nada más. Cayeron como copos, Cayeron como estrellas, Como pétalos de una rosa Cuando de pronto a través de Junio Un viento con dedos avanza. Perecieron en el pasto desarraigado, Nadie pudo hallar el lugar exacto Pero Dios puede conovocar cada faz En su lista de abolidos. ¡Como si yo pidiera limosna común Y en mi suplicante mano Un extraño pusiera un reino Y yo, perpleja, quedara Como si hubiera pedido a Oriente Que me mandara una mañana Y que levantara su purpúrea barrera Y destrozarme con el alba!. Nunca me sentí en mi casa aquí Y en el cielo radiante No me sentiré en mi casa, lo sé, No me gusta el Paraíso. Porque es domingo todo el tiempo, El recreo nunca llega, En el Edén serán tan solitarias Las brillantes tardes del miércoles. Si Dios pudiera hacer una visita O dormir una siestita Para no vernos... pero dicen Que Él mismo es un telescopio Pernenner que nos mira, Yo misma huiría de Él Y de todo lo demás, Si, pero está el ¡Día del Juicio Final!. Mucha locura es juicio divino Para el ojo más sagaz Mucho juicio, la más estricta locura Para la mayoría; En esto y en todo, prevalece Asiente, y entonces eres normal, Disiente, y eres directamente peligroso Y manejado con cadenas. Como ojos que miran las basuras Incrédulos de todo Salvo del vacío, y quieta soledad Diversificada por la noche Sólo infinitos de la nada Tan lejos como podía ver Así era la cara que yo miré Así miró ella misma a la mía No le ofrecí ninguna ayuda Porque la pena era mía La miseria densa y tan compacta Tan desesperanzada como divina Ninguna se absolvería Ninguna sería una reina Sin la otra, de modo que Aunque reinemos, pereceremos. No era la Muerte, pues yo estaba de pie Y todos los muertos están acostados, No era de noche, pues todas las campanas Agitaban sus badajos a mediodía. No había helada, pues en mi piel Sentí sirocos reptar, Ni había fuego, pues mis pies de mármol Podían helar un santuario. Y, sin embargo, se parecían a todas Las figuras que yo había visto Ordenadas para un entierro Que rememoraba como el mío. Como si mi vida fuera recortada Y calzada en un marco Y no pudiera respirar sin una llave Y era como si fuera medianoche Cuando todo lo que late se detiene Y el espacio mira a su alrededor La espeluznante helada, primer otoño que llora, Repele la apaleada tierra. Pero todo como el caos, Interminable, insolente, Sin esperanza, sin mástil Ni siquiera un informe de la tierra Paa justificar la desesperación. Que yo siempre amé Te traigo la prueba, Que hasta que amé Yo nunca viví bastante. Que yo amaré siempre Te lo discutiré, Que amor es vida Y vida inmortalidad Esto, si lo dudas, querido, Entonces yo ya no tengo nada que mostrar Salvo el calvario. El corazón pide placer primero, Luego excusa del dolor, Luego los pequeños detalles Que matan el dolor. Luego irse a dormir, Y luego si tiene que ser El deseo de su inquisidor, El privilegio de morir. Porque yo no podía detener la muerte, Bondadosa se detuvo ante mí En el carruaje cabíamos sólo nosotras Y la inmortalidad. Lentamente avanazamos, sin apuro, Yo puse de lado Mi labor y mi ocio Por cortesía hacia ellas. Pasamos por la escuela, donde jugaban En el recreo del patio los niños. Pasamos por los serenos pastos del campo, Pasamos por la puesta de sol. O, más bien, él nos pasó, El rocío caía trémulo y frío, Y sólo de gasa era mi vestido Mi esclavina, sólo de tul. Nos detuvimos ante una casa que parecía Una protuberancia de la tierra, El techo apenas visible, La cornisa casi en el suelo. Desde entonces siglos pasaron, y aún Me parece más corto que aquel día En que por vez primera intuí Que las cabezas de los caballos Apuntaban a la eternidad. Renuciación es una penetrante virtud, Es dejar que se vaya lo presente Por una expectativa No ahora, Retirar los ojos Al amanecer, No sea que el día, El gran progenitor Sobreviva. Renunciación es elegir En contra de tí mismo Para justificarte A tí mismo, Cuanto más grande es el acto Hace que parezca más pequeña La oculta visión, aquí. Morir sin morir Y vivir sin la vida Es el más arduo milagro Propuesto por la fe. La ventaja de la desesperación se logra Sufriendo, desesperación De estar asistido por reveses, Uno tiene que haber conocido el revés. El valor de sufrir como El valor de la Muerte, Se conoce probándolo, No lo puede otra boca De salvadores, volvednos conscientes Como nosotros mismos hemos compartido La aflicción nos parece impalpable Hasta que a nosotros mismos nos hiere En lo más profundo. No sabemos el tiempo que perdemos, El momento es horrible Y toma su lugar fundamental Entre las certidumbres; Una firme apariencia aún distiende El naipe, la suerte, el amigo, El espectro de la estabilidad Vuya sustancia es arena. El pasado es una criatura tan extraña Que mirarla en la cara Arrobamiento puede producir O desgracia. Desarmado si cualquiera la encuentra Le aconsejo huir, Si sus desteñidos pertrechos Aún pueden responder. Cualquiera que desencante A un solo ser humano Por traición o por irreverencia... Es culpable de todo. Inocente como un pájaro, Gráfico como una estrella Hasta una sugestión siniestra Que las cosas no son lo que son.