El Romanticismo
Es difícil definir qué sea el romanticismo. Su carácter revolucionario es incuestionable.
Supone una ruptura con una tradición, con un orden anterior y con una jerarquía de
valores culturales y sociales, en nombre de una libertad auténtica. Se proyecta en todas
las artes y constituye la esencia de la modernidad.
Aunque la unanimidad del movimiento romántico reside en una manera de sentir y de concebir
al hombre, la naturaleza y la vida, cada país produce un movimiento romántico particular,
distinto; incluso cada romanticismo nacional desarrolla distintas tendencias.
En Francia o en España se suelen distinguir un romanticismo de apariencia católica y
nacional de otro más liberal y materialista. En Alemania o Inglaterra se diferencia un
primer romanticismo de un segundo movimiento, más maduro y menos teórico.
El Romanticismo significó un cambio de gusto de la época y de las teorías estéticas de la
creación. Lo moderno frente a lo neoclásico, simbolizado en lo francés y en la imitación
de los modelos antiguos.
Lessing ataca el teatro francés clasicista, propone imitar a Shakespeare y crear un drama
nacional. Herder defiende la existencia de un espíritu nacional ligado al idioma cuyo
desarrollo es la historia de cada país; la manifestación de ese espíritu en las creaciones
del pueblo y en los grandes poetas, sobre todo en la Edad Media cristiana.
Afirma el nacionalismo y el populismo que Schiller practicaría en su teatro. En Inglaterra
revive el interés por la mitología y tradiciones medievales escandinavas o celtas (Ossian)
y se cultiva un nuevo sentimiento ante la Naturaleza (Wordsworth y Coleridge). Goethe, en
Werther, dibuja el "mal del siglo", y en su Fausto, busca un sueño imposible de
inmortalidad. F. Schlegel, contra la necesidad defendida por los neoclásicos de ajustar la
creación a unas reglas o leyes, sostiene que la poesía crea sus propias normas pues es
engendrada por la fuerza original invisible de la humanidad. Sigue a Schiller, que oponía
la poesía ingenua y sentimental (moderna) a la poesía objetiva.
Esta tenía por objeto la perfección formal, que se conseguía a través de sus limitaciones,
mientras la moderna y sentimental subordinaba lo formal al contenido, que era una
aspiración al infinito.
Francia había representado la vanguardia del Neoclasicismo, y a pesar de las tempranas
manifestaciones que surgen dispersamente en este país y en Inglaterra preludiando el
advenimiento del romanticismo, la vanguardia romántica nace en Alemania, bajo el principio
kantiano del progreso hacia el infinito de los seres racionales finitos y en las inmediatas
manifestaciones nacionalistas alemanas. Herder habla de una nueva literatura, moderna,
frente a la clásica francesa.
La crisis romántica: la modernidad
La Ilustración, heredera del Renacimiento en esto, significó una reordenación del mundo y
un impulso al progreso de las ciencias, todo ello necesario para acabar con la metafísica,
los prejuicios y la superstición y exponer la relatividad de las costumbres que se
acataban como verdades reveladas.
La Ilustración cumplió su misión: afirmar al hombre, concediéndole el poder de conquistar
la Naturaleza y dominarla en un sueño de progreso hacia la felicidad. Pero los pensadores
ilustrados imponen límites al conocimiento: ante la imposibilidad de conocer la cosa en
sí, sólo se interesan por el conocimiento de los fenómenos, de la realidad sensible,
considerando que aquello que nuestros sentidos no pueden concebir no tiene ninguna
utilidad. El romántico, sin embargo, entiende que en el interior del hombre actúan
distintas fuerzas, y que la esencia de lo humano rebasa la esfera de lo inconsciente y de
Lo racional. El romántico, además de su rebeldía contra el orden del mundo heredado, se
opone a la separación entre razón y sentimiento, entre lo real y lo irreal.
Para el romántico la Naturaleza no es un objeto, un todo mecánico como quería Descartes,
sino un todo orgánico, vivo. El yo romántico rechaza formar parte de la Naturaleza como
una pieza más de su engranaje, y, por el contrario, hace constar su individualidad, su
capacidad creadora y transformadora que extrae de sí mismo, de su interior, y plantea una
relación con la Naturaleza como una comunicación del Uno al Todo, que a la vez desencadena
su aspiración al infinito.
El romántico transforma el instinto en arte y el inconsciente en saber. Aspira a la fusión
del sujeto con la obra artística, del "yo" en el "no-yo", del Uno con el Todo. Crear
significa aproximarse a su verdad, a la última dimensión del ser. El romántico se rebela
ante la escisión del hombre moderno entre el Yo y la alteridad, entre el sujeto y el
objeto.
El conflicto del hombre romántico, el "mal del siglo", su crisis religiosa y existencial es
consecuencia de su propia singularidad y de la imposibilidad de fundir su Yo con la
alteridad, con el Todo; de, siendo finito, desear unirse y transformarse en infinito.
El romántico hereda del ilustrado el tedio de la civilización, que produce seres
artificiales e insensibles; hereda la admiración hacia el primitivismo del buen salvaje,
estropeado, según Rousseau, por la cultura y la civilización. Al romántico le asusta el
futuro que la ciencia y el progreso anuncian, y quisiera volver a la plena integración con
la Naturaleza, al árbol de la vida, que existió en el Paraíso antes de que se interpusiera
el árbol de la ciencia.